martes, 11 de diciembre de 2012

O Children

El que viaja en tren no viaja cerca, se dirige siempre a algún lugar lejano. Si la distancia es siempre larga, el destino es variable; desde una huida estrepitosa hasta el encuentro con un ser amado, el viaje en tren deja tiempo para reflexionar. En el silencio que sólo interrumpe el sonido rítmico de la locomotora, nuestros pensamientos se abren y se expanden.

Siempre me ha parecido curiosa la expresión "El tren del progreso". El progreso es entonces un camino definido (el tren no puede cambiar la ruta) y que se recorre lenta, trabajosamente; La marcha del tren, en sus proporciones monumentales, no comienza con rapidez: la locomotora inicia su esfuerzo con respiraciones mastodónticas y continúa siempre con una energía colosal.

Al igual que la marcha del tren, "O Children" inicia lentamente y no acelera demasiado. Es (también como el viaje sobre las vías) un proceso de reflexión que me parece especialmente introspectivo. Cave habla de las ilusiones, pero también de las ilusiones perdidas, de la esperanza de estar haciendo lo mejor y de la fe en los ideales propios. La letra de la canción discurre al principio un método de purificación del que el narrador (el propio Cave) está especialmente orgulloso. Esta labor está a cargo de un grupo de cleaners que hacen su trabajo sobre cada individuo. Sin embargo las certezas absolutas siempre pasan factura; La realidad no puede encerrarse en esquemas geométricos, pues acaba burlándose cruelmente.  Después de todo el proceso de limpieza, Cave se da cuenta del fallo y decide montarse a un tren.

El tren va a un reino liberador. Cave mismo dice que "estaba encadenado, pero ahora soy libre". El ritmo de la canción también me recuerda a una locomotora. En este caso, el viaje en tren se convierte en un viaje de liberación. Ya no de purificación moral, como al principio, sino de libertad.


martes, 20 de noviembre de 2012

Cuaderno de viaje

Come un canto in lontananza, flessibile
Volátil, sempre delicato e come da lontano


Parte el tren. Mientras el día muere, una etapa en mi vida también se acaba. Me alejo con la luz de este lugar, dejo un gran trozo de mí, sueños inocentes, dejo atrás un suspirto y tal vez mi propia alma.
Me pregunto si algún día voy a volver mientras por la ventana miro junto al camino grandes fogatas, familias llenas de pobreza reunidas frente a sus frágiles hogares, quizá sea esa unidad lo que mantiene en pie sus casas. Ellos miran el tren y yo los miro a ellos y en sus ojos miro mis propios recuerdos, fantasmas.
Vuelvo la mirada para apreciar los tonos azules y naranja del cielo, el sol se metió ya tras de los mutilados cerros y yo sostengo un cuaderno abierto en una blanca página donde parece que cabe todo. Pero no escribo nada.

Me llena la melancolía.

Cuaderno de viaje, del compositor mexicano Mario Lavista, fue escrita en 1989 durante un viaje a Italia. La pieza explora un universo extraordinario de colores y texturas generadas por una sola viola a través de armónicos naturales.
Una vacilante voz, casi como un lamento, nos dice que algo sucedió cuando comienza la obra, desde la oscuridad, Lavista nos lleva a un ritmo constante por un rumbo incierto, que no es un camino hostil, pero sin duda va cargado de la melancolía del ayer.

Desde la primera vez que escuché Cuaderno de viaje, en mis clases de instrumentación con Alejandro Colavita, me obsesionó el timbre de la viola. Conseguí ese mismo día una grabación de la obra y ese fin de semana adquirí la partitura. Pasé el fin completo escuchándola. Era como ir a otro lugar, me supo a campo y a nostalgia, en algunas partes parecía escuchar un rechinido de tren. Cada vez sonaba distinta.
El siguiente lunes me encontré con mi maestro en la escuela, escribí una pequeña composición para viola, se la mostré, le conté que estaba loco por Cuaderno de viaje y me había comprado disco y partitura. Me preguntó si era la versión grabada por su amigo Omar Hernández-Hidalgo, le dije que sí. "¿No te has enterado?", me dijo, "este fin de semana fue hallado muerto en Tijuana".

La obra, estrenada en 1990 en el Festival Gaudeamus, en Holanda, está dedicada a Claudia, hija del compositor y fue revisada, antes de su profesional publicación en 2004, por el virtuoso de la viola mexicano Omar Hernández-Hidalgo, muy lamentable víctima de la violencia en México.




-Yeudiel Infante

Desde de la caja

Caja Oblicua es un baúl que pretende reunir cuidadosas selecciones de cultura desde la mirada de artistas mexicanos. Coordinada por Yeudiel Infante (compositor y artista multidisciplinario) y Ricardo Suasnavar (escritor y poeta), se trata de un cuaderno compartido, una canasta de colores que busca ser espacio para la pluralidad de ideas y un cálido lugar donde debatir, compartir y siempre aprender algo nuevo.

Si te interesa colaborar con nosotros, escríbenos a objetofugaz@gmail.com y nos pondremos en contacto contigo.


Caja Oblicua.